Los Estados Unidos durante más de una década se ha mantenido en gran medida al margen de las acciones de los pueblos indígenas tendientes a participar de lleno en la vida política y económica de sus países. En el ínterin, el creciente espacio político creado por los movimientos indígenas parecía estar dominado por fuerzas radicalizadas unidas por el encono y la oposición a Estados Unidos. Según informes, por lo menos en un caso, militantes islámicos utilizaron en el sur de México la hostilidad común hacia las ideas y la identidad occidental y judeo-cristiana para enrolar a su causa a indígenas descontentos. La importancia que los estrategas le dan ahora a los "estados en proceso de desestructuración" y a los "espacios no gobernados" sugiere la conveniencia de la incorporación y plena participación, con todos los derechos, de los aborígenes americanos en las iniciativas tendientes a mejorar su nivel de vida e impedir en las zonas donde viven o en sus proximidades, la existencia de refugios para terroristas y delincuentes organizados.