La expansión de bandas transnacionales como la Mara Salvatrucha representa una amenaza constante para la seguridad y la estabilidad de Centroamérica. Estas bandas han demostrado una notable capacidad de adaptación, ascendiendo en la escala de las empresas criminales desde su creación a finales de los años ochenta en el sur de California. El modelo de las "tres generaciones" de bandas ha proporcionado una imagen clara de su pasado y ha permitido vislumbrar sus operaciones futuras. Este modelo, combinado con la creciente influencia de los cárteles mexicanos, la globalización de las maras y la nueva sofisticación del modus operandi de las maras, demuestran una amenaza aún más peligrosa para la seguridad regional: la posibilidad de que las maras, cada vez más sofisticadas y cohesionadas, se alíen más estrechamente con los cárteles mexicanos, o quizás desarrollen su propio sistema similar al de los cárteles en Centroamérica.