Los tipos de conflictos violentos que se producen con mayor frecuencia en la actualidad engloban soluciones de diferentes ámbitos, por lo que la participación en la construcción de la paz de un amplio abanico de orígenes y especializaciones es esencial para su éxito. Para reforzar la estructura interna de los Estados frágiles o destruidos, es necesario lograr una mayor integración y coordinación no sólo entre los estados sino también entre las organizaciones internacionales. El mantenimiento de la paz debe convertirse en construcción de la paz para lograr este fin. La seguridad integral es desde hace tiempo un concepto básico para todos los países participantes. La experiencia internacional demuestra que los Estados que cooperan en un determinado país por razones humanitarias y bajo el mandato de la ONU deben complementar después las operaciones de paz llevadas a cabo por las fuerzas militares con acciones destinadas a resolver las necesidades básicas de ese país. Como concepto, las operaciones de paz son más amplias y representan mucho más que el envío de tropas. Junto a la misión de imponer la paz y la seguridad, tiene también un carácter multidisciplinar más amplio e integral, lanzando un guante a civiles y militares para que actúen de forma conjunta y coordinada en diversas tareas múltiples y complejas. Esto es necesario para que las nuevas operaciones logren su objetivo final de asegurar la paz y el desarrollo socioeconómico. En este artículo se presenta el caso de la evolución de Chile dentro de las operaciones de paz bajo el mandato de la ONU. La futura participación de los civiles en su conjunto, junto con los militares y policías, se presenta como otro tema de la Política Exterior en el marco de la Agenda de Cooperación Internacional de Chile para Haití. Asimismo, se destaca la participación del Parlamento en la generación de capacidades de planificación estratégica nacional para la construcción de la paz.