La inseguridad alimentaria es un problema urgente en América Latina y el Caribe (ALC), y la susceptibilidad de la región a la inseguridad alimentaria está a punto de empeorar. La inseguridad alimentaria no es en sí misma un fenómeno que requiera una respuesta militar. De hecho, la inseguridad alimentaria “no” es una amenaza tradicional a la seguridad de las fronteras territoriales y la soberanía nacional. Más bien, debería verse como un amplificador de tensiones y vulnerabilidades políticas, económicas, sociales y ecológicas que pueden ser explotadas por actores malignos y, por tanto, contribuir a aumentar las preocupaciones en materia de seguridad. Desde este punto de vista, las inversiones en seguridad alimentaria deben considerarse medidas de seguridad necesarias, proactivas y preventivas, en apoyo de las agencias gubernamentales civiles y los sectores privado y sin fines de lucro. A través de un papel limitado centrado en la asistencia humanitaria, la respuesta a desastres y la colaboración interinstitucional e internacional, los Estados Unidos puede aprovechar las capacidades y recursos del DOD para apoyar a sus socios regionales en la lucha contra la inseguridad alimentaria. De lo contrario, se correría el riesgo de perder un imperativo estratégico, humanitario y moral.

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