La incorporación de la mujer a grupos terroristas ha ocurrido de forma dispar y con compromisos caracterizados por ritmos paulatinos. Este trabajo aborda el problema heurísticamente desde una perspectiva culturalista, que tiene como eje explicativo la relación hombre-mujer. Se constata que mujeres líderes de organizaciones terroristas, o protagonistas de actos emblemáticos, constituyen más bien una rareza, excepto en las experiencias salvadoreña y alemana; ambos con connotaciones cuasi épicas. Entre las claves explicativas se propone la influencia ambiental del machismo de la época, especialmente en América Latina, y reflejado tanto en los albores mismos de la guerrilla cubana como luego en los diversos focos insurreccionales. La influencia ambiental actuaría como gran factor inhibitorio. A su vez, el internacionalismo proletario que fundamentó la proliferación de tales focos pareciera haber sido, en lo medular, cosa de hombres. No hay registro de mujeres (ni siquiera cubanas) luchando al lado del mítico Ché en Bolivia; tampoco que alguna líder revolucionaria haya acompañado a Guevara en sus periplos previos por el Congo, Argelia y otros. Una segunda gran constatación apunta a explicar la irrupción de mujeres como terroristas suicidas en tanto producto para el consumo comunicacional. La crudeza de esta incorporación de la mujer a las grandes causas terroristas chechena y palestina provoca más bien espanto y plantea una duda muy pertinente, si dicha fase responde a un constructo o a una integración fidedigna a la causa que aparentan abrazar.