Las fuerzas armadas estadounidenses en Irak y Afganistán se enfrentaron a un difícil desafío. Los soldados y los infantes de marina necesitaban combatir una fuerza viciosa e irregular de los insurgentes talibanes. Al mismo tiempo, había que tomar el mayor cuidado para evitar las bajas civiles. Evitar daños colaterales fue más fácil decirlo que hacerlo. Altos líderes militares estadounidenses como el Almirante Mike Mullen, el General Stanley McChrystal y el General David Petraeus implementaron una serie de cambios doctrinales para evitar las bajas civiles. Pero cambiar la mentalidad y el adiestramiento de los soldados norteamericanos no fue una tarea rápida, especialmente cuando las restricciones en el uso de la fuerza pusieron en riesgo al personal estadounidense.
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