Hay un nuevo pragmatismo civil-militar en la región, que está definido por los ejércitos que participan en misiones internas con funciones expansivas bajo el mando de funcionarios elegidos democráticamente. En el pasado, las fuerzas armadas habrían explotado esas misiones para su propia conveniencia política y al mismo tiempo habrían modificado sus doctrinas para que la expansión de sus funciones fuese una característica permanente de la orientación militar. Por el contrario, los ejércitos actuales han aceptado misiones con el fin de ayudar a los líderes civiles a llenar los espacios vacíos y resolver problemas específicos que de otro modo no podrían atenderse adecuadamente. La colaboración militar en este campo refleja el cumplimiento de sus deberes pero no es altruista, el objetivo de los militares es transformar esta participación en una justificación para lograr mejores presupuestos de defensa, salarios y equipamiento. Esta expansión de funciones no necesariamente amenaza el control civil, en tanto y en cuanto los soldados sigan recibiendo decisiones y no tomándolas. Eso lo lograron, como han mostrado breves estudios de casos en Argentina y Venezuela.